Y si; América y ya, se acabó. Este
fin de semana pasado terminaron las aspiraciones de institución, jugadores y
millones de aficionados que teníamos puestas nuestras esperanzas en un nuevo
campeonato. Cuando comenzó el torneo las cosas pintaban para mucho, nos hizo
soñar, aventurarnos, confiar. Pero justo después del encuentro contra el Querétaro
como que las cosas se fueron desmoronando. Algunos repuntes, buenos juegos,
pero la contundencia se esfumó, esfumándose al mismo tiempo los sueños de la afición.
Sabemos perfectamente que el juego es así: unos pierden y otros ganan. Sabemos que
si sales en una mala tarde pues pierdes y ya, ¡pero luchando caray! Lo que no
entendemos es que un técnico de un equipo de tanta historia, prosapia,
abolengo, venga a manejar las cosas con miedo y pichicaterías.
Clásica imagen: rogandole a Dios que el tiempo vuele
Chucho Ramírez
se ha visto miedoso, asustado, falto de ambición. Debería darle vergüenza
ordenarle a las figuras que tiene en el equipo irse para atrás, guardarse,
replegarse. Es como si tuvieras un Ferrari y se lo pusieras a manejar a una
viejita a 40 kilómetros por hora.
Ver al América cuidar un golecito
es el peor castigo que puede tener un aficionado. El técnico y la directiva no
quieren al equipo; quieren solamente cuidar su dinero. Y el aficionado que
precisamente paga su dinero para ver jugar, para ver emociones, para ver espectáculo
(aunque algunos zonzos digan que el futbol no es un espectáculo), tiene que
salir frustrado del estadio y aguantando burlas y criticas por lo gallinas que
se vieron sus ídolos futbolísticos.
Mi querido Montenegro: si el
futbol NO fuera un espectáculo, no tendría millones de seguidores en el mundo,
no generaría millones de dólares en derechos de transmisión, nadie gozaría al
ver un partido de la liga Premier y no se seguirían admirando a jugadores de la
talla de Maradona, Pelé, Zidane, Beckenbauer, Cruiff, etc. así que, mi querido
Rolfi, si esto no es un espectáculo, váyanse quitando el traje de payasos y
comiencen a jugar con seriedad para desquitar lo que “espectacularmente” se
llevan a los bolsillos.